Sunday, January 14, 2007

EL NARRADOR

El narrador es un invento del escritor, es el que cuenta la historia y puede (como en el caso de Crónicas del breve reino), tener hasta un nombre. Siempre tiene una personalidad: a veces es un narrador estúpido (como en El conde de Abrantos, de E. de Queiros), o uno brillante y erudito, como el que narra los cuentos de Borges.
El narrador, a veces, lo sabe todo, es como Dios: omnisciente. Sabe lo que hay en las cabezas de todos los personajes, sabe del pasado y aún del futuro del mundo que narra. En otros relatos, el narrador “se pone en la piel de un personaje”, no es que ese personaje cuente la historia sino que el narrador solo sabe lo que sabe aquel personaje desde el que se narra, tiene sus limitaciones cognitivas, históricas y sicológicas. No sabrá más que lo que pasa en la cabeza de ese personaje desde el que se cuenta la historia, no sabrá lo que ese personaje ignore y, por tanto, no podrá narrarlo.
Un narrador omnisciente, por ejemplo, sabe lo que sucede en todas las habitaciones de una casa, uno focalizado en un personaje, contará solo lo que sucede en la habitación que ocupa ese personaje.
Crónicas del breve reino cuenta la disgregación y degradación de un reino, de un país, de un ideal. Y quise mostrar esa disgregación con un cambio en el narrador, cambio que, además, evita una monotonía que puede ser peligrosa en una obra tan larga. Así pues, en la primera novela, usé un narrador omnisciente, es el ojo omnisapiente que lo ve todo y expresa el momento histórico que muestra el relato: parece que el sueño de racionalidad y bien social que anima a los personajes está por hacerse realidad; el narrador tiene una perspectiva central y superior. La segunda novela, en la que ese ideal o sueño empieza a mostrar sus falencias, se cuenta desde un narrador que limita su visión del mundo a la del protagonista, se cuenta desde Aquilino, el héroe de la historia; el narrador ha perdido su posición de superioridad, pero conserva una ubicación central. En la tercera novela, como ese Reino ideal –el país- está ya en decadencia, el narrador se ubica en la visión de un personaje secundario, que acompaña al protagonista, pierde también esa perspectiva central. En la cuarta novela, cuando el Reino aquel está ya completamente disgregado, el narrador también se disgrega: se cuenta la historia desde varios personajes: a veces desde el protagonista, a veces desde su enemigo, a veces desde un personaje testigo…
Espero que esta transición del narrador, que intenté fuera muy discreta, sirva para aligerar la lectura y para dar cuenta, en la forma de la tetralogía, de lo que alienta en su médula.